No sé si a ustedes, amables lectores y lectoras, les sucede
alguna vez que, ante continuas mentiras, tergiversaciones, juicios de parte, llamamientos
de alarma injustificados o ataques personales contra ustedes -sea en su ámbito laboral,
familiar o de relaciones- llega un momento en que piensan: “en la bajadita te
espero…”. Es muy canario esto, muy ‘nuestro’; tanto lo uno como lo otro.
Hete aquí que en mayo del año pasado, tras 26 de mando único
en plaza, Coalición Canaria -aún ganando pírricamente (3.000 votos de
diferencia en una población votante de 100.000 y global de 150.000 largos de
habitantes)- perdió la alcaldía y el gobierno de La Laguna. No lo esperaban.
Algunos partidos bajamos en apoyo popular y en número de concejales y
concejalas (Unidas se puede perdió 1300 votos y un concejal, por mor de una
candidatura sin otro objetivo que dividir el voto a la izquierda del Partido
Socialista, encabezada por un exconcejal, excandidato también de Unidas en 2015;
lo que recabó esa candidatura nos habría hecho mantener nuestro status de seis
ediles. Pero no pudo ser; cosas de la política…
El caso es que el Psoe lagunero, junto a Unidas y a Avante
-la nueva formación de Santiago Pérez, también ´damnificada´ por la aparición
de otra candidatura de otro exconcejal, en este caso expulsado por los
socialistas, que quitó a los “santiaguistas” poder mantener sus tres escaños
municipales, quedando sólo con dos-. Pero el ascenso del nuevo Psoe, una vez
soltadas las amarras de hipotecas pasadas y en plena “ola sanchista”,
posibilitó que las cuentas salieran: era posible la alternancia democrática,
era factible crear una nueva corporación y un nuevo gobierno. No era un sueño,
era una realidad.
Debo decir que no fue fácil, pero tampoco tan difícil como a
algunos y algunas les hubiese gustado. Eran más las cosas que nos unían que las
que nos podían (de hecho, así había sido hasta entonces) separar. Así que nos
pusimos manos a la obra y, en apenas 20 días mal contados logramos elaborar un
programa de gobierno y firmar un acuerdo que nos llevaría a propiciar lo que una
gran parte de la ciudadanía lagunera deseaba desde hacía mucho tiempo: un
gobierno municipal progresista y libre de ataduras con ciertos poderes fácticos
que no hace falta que nombre, pero que están en la mente de muchos y muchas. Y
dirán ustedes: “pues muy bien, ya está ¿no?”. Pues no, qué va.
Desde los primeros compases (incluso antes del Pleno de
constitución) los hoy antiguos gestores municipales enseñaron sus dientes ante
la pérdida del poder. ¿Recuerdan aquello de “acudir al pleno para hacerse notar”
como mensaje a sus afiliados y simpatizantes? Pero no quedó ahí la cosa, no.
Detrás de los discursos trufados de mensajes manidos de “lucha por los
laguneros”, “velar por nuestras tradiciones” y demás parafernalia dialéctica al
uso (al suyo, claro) se escondía una no-tan-velada intención de derribar al
gobierno recién constituido. Aún hoy, después de casi trece meses, siguen en el
empeño; algo, por cierto, digno de encomio, pero fútil e inútil.
Para ello no han cejado en desprestigiar la labor del
gobierno, llegando incluso a criticar gratuitamente la gestión realizada
durante el periodo de confinamiento dimanante del decreto del Estado de Alarma
y su posterior desescalada, hasta llegar a esta nueva normalidad a la que todos
y todas aún estamos aprendiendo a interiorizar y asumir. Todo estaba mal:
cuando se colaboraba con los colegios para el reparto de materiales entre su
alumnado, porque no había suficiente (siempre según sus “expertos” de
cabecera); cuando se realizaban atenciones masivas a personas en riesgo de
exclusión, porque eran insuficientes; cuando se ayudaban a los comercios en la
vuelta paulatina a su actividad, porque no se les ofrecían suficientes medios; cuando
se promovía la compra de material informático para que las familias menos
favorecidas pudieran adherirse a teletrabajo y sus menores pudiesen conectarse
a las redes de sus colegios para seguir sus estudios, porque no se repartían a
todos los que lo pedían… Sólo les faltó decir que las ingentes cantidades de
menús diarios que se repartieron entre la gente más necesitada “llegaban fríos”…
Tan sólo por incordiar.
El caso, estimados lectores y lectoras, era embarrar la
acción del gobierno municipal, poner piedras donde -por responsabilidad
política- debieran allanar, poner trabas donde no las hubiera, atravesar palos
en las ruedas del trabajo en el ayuntamiento. Todo valía, con tal de ensuciar
(o intentarlo) al equipo de gobierno; y si, de paso, podían crear desunión en
el mismo, pues oye…, mejor que mejor. Dirán algunos de ustedes :”oiga, que
ellos presentaron casi 100 propuestas para ayudar a la reconstrucción social y
económica de La Laguna”. Pues sí -contestaré-, de las cuales más del 60% ya se
estaban llevando a cabo y casi un 25% no eran competencias que pudiésemos
asumir legalmente, al ser de ámbito insular o autonómico. Quedan, por tanto un
exiguo 15% que se desmadejaba como galletas en el caféyleche en cuanto se
hacían los cálculos económicos correspondientes. Pero el caso era seguir “haciéndose
notar”…
No voy a extenderme -por respeto a ustedes y a su paciencia-
en otras ‘acciones de oposición’ en asuntos de seguridad, desinfecciones
viarias, creación de circuitos deportivos, control preventiva de accesos a
playas y piscinas, y muchas otras iniciativas puestas en marcha: todas estaban
mal o se tenían que haber hecho mejor, en una suerte de código de ‘Comando Aposteriori”;
muy canario, eso sí.
Pero las críticas más radicales, más encarnizadas, menos
respetuosas con las personas se han centrado en las concejalías que han asumido
los y las concejales de Unidas. Y en Santiago Pérez, claro. Es una fijación, una
obsesión compulsiva e irredenta, una dinámica perfectamente establecida que se
ha convertido en un mantra. Además, ha ido por periodos: empezó con la gestión
en Deportes, donde la deuda acumulada con Endesa hizo que hubiera cortes de luz
en las instalaciones deportivas, hasta que se logró arreglar. Siguió con la
Noche en Blanco, con facturas impagadas de dos años atrás que hicieron peligrar
la edición de 2019, aunque fue ésta la única ocasión en años en que los
participantes cobraron su dinero en tiempo y forma. Después le tocó el turno a
Valle Colino, donde se puso en cuestión la inversión de 40.000 euros para
ampliar sus instalaciones para acoger a los animales que no podían ser cuidados
por sus dueños durante la pandemia. Sigo: ya comenté algunos episodios del área
de Bienestar Social, cuyo personal -político y funcionarial-se ha desvivido en
estos últimos meses para dar respuesta a tantas familias carentes de recursos
que no lo estaban por culpa del virus -al menos, no por el Covid19-, sino por
otra pandemia mucho más grave: la pobreza y la exclusión, que salió a flote
desde la zona ocultada donde se encontraba. El anecdotario se adereza con el
urbanismo táctico puesto en marcha en Heraclio Sánchez, los arreglos pendientes
en colegios o las modificaciones presupuestarias para pagar deudas acumuladas
de años anteriores (como en el OAAM o en Fiestas). Mención aparte merece su
oposición (en forma de abstención, pues no les quedó más remedio) a que se
establezca, por fin, un control en la “política” de cesiones de espacios y
edificios públicos a particulares que, en los últimos tiempos -pongamos diez
años, para no ir más atrás-, no contaban con las autorizaciones legales, las
garantías de conservación y uso necesarias o la indefectible justificación.
Vamos…, que se daban de manera arbitraria y fuera de toda equidad (por no decir
otra cosa algo más gráfica). Ya, por
último, la gestión de la Estrategia DUSI de La Cuesta-Taco: una subvención
europea millonaria que fue gestada por el anterior gobierno y en la que -por
mucho que lo digan y repitan- no tenía en mayo de 2019 ningún proyecto
concretado para realizar ni, mucho menos, ningún cálculo económico, proyecto
redactado, licitación preparada ni nada que se le parezca.
Faltaron a la verdad cuando aseguraron al Ministerio de
Hacienda que contaban con los medios propios para llevar a cabo las actuaciones
que se demandaban; un ayuntamiento vaciado de personal en el que la única
solución era volver a contratar externamente -como en el Plan Urban- para
solventar carencias manifiestas. Pero no cuentan que la Edusi no admite esa
opción, mayormente, por razones impuestas de reparto presupuestario. Faltan a
la verdad cuando aseguran que existe un riesgo de “tener que devolver” el
dinero (15 millones del ala), cuando ese dinero no está en poder del
ayuntamiento, sino que será transferido toda vez se vayan cumpliendo las
inversiones en cada capítulo. Es decir: hay que prever esos fondos para
invertirlos y que después sean transferidos de vuelta. Ello, como muchos de
ustedes entenderán, es una cuestión no menor. Máxime cuando en el año que ha
pasado se ha tenido que pagar o negociar el pago de facturas atrasadas, como la
ya comentada de Endesa o la que se tiene con Titsa (nada menos que 5
milloncejos de nada, la mitad de los cuales ya tenía sentencia en firme a favor
de la empresa pública de transporte cuando llegamos al ayuntamiento), entre
otras muchas de diverso calibre. Eso sí…: “DEJAMOS EL AYUNTAMIENTO SANEADO”. Hombre, así saneo yo también: pago deudas a los bancos y mientras dejo a deber
a los proveedores. Muy “nuestro” todo.
Quiero dejar claro que la EDUSI es prioridad de este equipo
de gobierno, de este concejal y de la plantilla de profesionales de este
ayuntamiento. Por primera vez, en noviembre de 2019, conocieron lo que era y
significaba el EDUSI; muchos y muchas era la primera ocasión en que escuchaban
ese acrónimo. ¿Cómo puede decir Coalición Canaria que ya habían hablado con
todas las áreas municipales y que se tenía el plan de proyectos ultimado?
¿Dónde están esos proyectos, esas fichas económicas, esas licitaciones? ¿O es
que no existieron nunca, más que en la mente de algunos responsables y de sus “allegados”?
¿Les pasó igual que con el “proyecto fantasma” para la nueva construcción del
Instituto Padre Anchieta, que mostraron a diestro y siniestro a la comunidad
educativa del centro, pero que nunca tuvo ni licitación, ni adjudicación, ni
ficha presupuestaria, ni nada de nada?
Este gobierno, y este grupo municipal, tendremos muchas
cosas perfectibles; pero lo que no tenemos son hipotecas ni deudas políticas
con terceros. Por eso, cualquier acción que acometemos lo hacemos con las
cartas boca arriba, proponiendo y escuchando lo que la ciudadanía nos dice e
intentando atender en la medida de lo posible sus demandas. En mi caso
particular, mi “incapacidad” -como se han atrevido a afirmar-no es ni mayor ni
menor que cualquiera de los concejales y concejalas que se han sentado, se
sientan o se sentarán en el salón de Plenos. Y, tan sólo por respeto a la gente
de La Laguna, en el momento en el que yo considere que fuese necesario poner mi
responsabilidad a disposición del Alcalde, o bien percibiese que no tengo su
total confianza como hasta ahora, no me dolerían prendas para hacer lo que deba
hacer. Pero ese momento no ha llegado -y confío en que no llegará-; estoy muy
orgulloso del trabajo realizado por todas las áreas, sin excepción, en aras de
sacar adelante un gran proyecto como este. No soy inmune a las críticas; cuando
son lógicas, fundamentadas y, sobre todo, constructivas, las asumo. Pero cuando
se realizan sin datos fehacientes y se hacen por el simple hecho de dañar al adversario
político, abomino de ellas. Simplemente, me repugnan y me entristecen.
El impasse producido por los efectos de contención de la
pandemia y las consecuencias sociales y económicas de la misma no han sido
obstáculo para seguir trabajando en este sentido. En breve se presentará la
batería de propuestas y proyectos elaborada conjuntamente, con el fin de
someterla al conocimiento y participación de la ciudadanía de ambos barrios.
Tomaremos nota de sus observaciones, intentaremos incluir sus propuestas e
iniciativas, les invitaremos a involucrarse en la Estrategia y lograremos
llevarla a cabo en tiempo récord. No olvidemos que la frontera de diciembre de
2023 está muy cerca; pero las acciones previstas son factibles de llevarse a
cabo en tiempo y forma.
Sólo quiero trasmitirles, para terminar, que no pedimos otra
cosa que no sea que nos dejen trabajar; que, por mucho que les pueda doler -que
lo entiendo, de verdad- que sean otros quienes desarrollen lo que ellos
consiguieron para La Laguna, que piensen en el bien común antes que en sus
propios intereses partidistas y que apoyen (no acríticamente, por supuesto) las
labores del gobierno sin entrar en descalificativos personales que lo único que
consiguen es enfangar la vida pública y lograr el efecto contrario al que
persiguen. Si de verdad se creyeran que en 2023 pueden volver al poder municipal y
que les tocará terminar lo que nosotros y nosotras comenzamos, deberían tener
todos los datos para continuar la tarea y no hacer suyo aquel slogan -parafraseando
al exministro popular que se lo transmitió a su diputada-: “dejemos caer La Laguna,
que ya la levantaremos nosotros”. No pueden ser tan inconscientes. Por su propio bien y por el bien de esa
gente a la que dicen defender y abanderar.